viernes, 5 de marzo de 2021

La vacunación frente a la viruela en Alcalá la Real

La pandemia actual ha traído cambios significativos a muchos aspectos de nuestras vidas, incluido nuestro vocabulario. Hace unos meses la Real Academia Española nos indicaba las palabras más usadas en el año 2020: coronavirus, pandemia, cuarentena, contagio, distanciamiento, mascarilla, teletrabajo, asintomático… Probablemente en la relación del próximo año aparezca en primer lugar vacuna, seguida de otras como inmunización, anticuerpos, etc. Conceptos, estos últimos, que de alguna manera se engloba en la propia definición que otorga la RAE a aquel término: preparado de antígenos que, aplicado a un organismo, provoca en él una respuesta de defensa. Y es que, precisamente, es en las vacunas donde están centradas todas las esperanzas para superar la pandemia causada por el coronavirus y volver a nuestro estilo de vida anterior.

 

Y efectivamente, ha sido gracias a las vacunas frente a los agentes infecciosos causantes de enfermedades como la viruela, el sarampión, la difteria, la tosferina, la rubeola, el tétanos o la gripe, por lo que la mortalidad en el mundo, también en España y Alcalá la Real, ha disminuido muy significativamente desde finales del siglo XIX.

Nos vamos a referir en esta entrada a la vacuna frente a la viruela. Son varias las razones que nos llevar a ello: por un lado, acabó con una de las enfermedades que más muertes ha causado en la historia de la humanidad; por otro, porque hemos encontrado varios documentos en el Archivo Municipal de Alcalá la Real (AMAR) que nos proporcionan información sobre cómo se desarrolló el proceso de vacunación en  nuestro municipio durante el siglo XIX.

El uso de la vacuna frente a la viruela se favoreció desde muy pronto en España, aunque no quedaba clara su obligatoriedad. Un primer paso lo encontramos en una Real Cédula, de 30 de noviembre de 1798, que establecía se pusiera en práctica el método de inoculación de viruelas en los hospitales, casas de expósitos, misericordia y otros establecimientos. Mayor trascendencia tuvo la Real Cédula, de 21 de abril de 1805, que regulaba el uso y conservación de dicho fluido en los hospitales de las capitales.

A pesar de los esfuerzos iniciales y de un desarrollo legislativo importante que culminó con la Ley de Sanidad de 1855, su distribución en España no fue fácil. Algunos investigadores destacan como causas de ello la debilidad de la estructura sanitaria del Estado y la resistencia de la población en muchas ocasiones.  Pensamos que en Alcalá la Real debió ocurrir lo mismo, incluso peor, por tratarse de un medio rural.

Las noticias más significativas las hemos encontrado en varias actas de la Junta Municipal de Beneficencia.  En la sesión de 4 de noviembre de 1837 se dio cuenta de una instancia de don Antonio Velázquez, cirujano del hospital, en la que pedía se hiciese saber al público que él, llevado de sus deseos de hacer bien a la Humanidad, había hecho traer pus vacúnico cuya inoculación principiaría a ejercer inmediatamente de gratis en todos los niños que se le presentaran desde el día siete del corriente mes. Este altruismo por parte del citado cirujano fue común a muchos profesionales sanitarios que participaron con entusiasmo, al menos en los primeros años, en la difusión de la vacuna antivarólica. Imposible no recordar la extraordinaria labor que estos mismos profesionales han desarrollado en la pandemia actual.

En los años centrales del siglo hay importantes registros de defunciones por viruela en el municipio alcalaíno. A estos casos debió responderse con un fomento de la vacunación. Así se desprende de las actas de la Junta Municipal de Beneficencia. Sirva de ejemplo la de 12 de julio de 1851, en la que se leyó una comunicación del cirujano don Joaquín Sánchez Molina en la que informaba haber vacunado a veintidós niños expósitos.

No hemos encontrado información sobre la vacunación a la totalidad de los niños alcalaínos. Hay que esperar a 1874, año en que se produce una epidemia de viruela en Alcalá la Real, para que el Cabildo municipal trate sobre el tema. En la sesión correspondiente al día 4 de marzo se leyó una moción del concejal don Ramón Sánchez y se acordó solicitar al Gobernador Civil la vacuna correspondiente, así como convocar la Junta de Sanidad para que adopte las medidas oportunas sobre el particular. Recordamos que en este año y en el siguiente se alcanzaron cifras máximas de muerte por viruela, 99 y 114, que suponían el 17,24 y el 18,71% del total de defunciones.

La preocupación por la vacunación antivariólica continuó en los años siguientes. De ello se hace eco el doctor Ruiz Mata en La Voz de Alcalá la Real, publicación local de 1879, que se define como un periódico científico, literario, de intereses locales y noticias. Lo hace en un artículo que titula “Vacunación y revacunación” que divide en dos partes, en el que realiza una defensa exhaustiva de dicha vacuna. En la primera, que aparece en el número 1, hace un breve apunte en el que nos dice que la vacuna fue practicada en Asia desde la más remota antigüedad, si bien fue Jenner el primero que la divulgó en Europa en 1798. Indica que las consecuencias que produce esta enfermedad son desastrosas y alude a los efectos que causó en Alcalá la Real en 1874 y más recientemente en la cercana localidad de Montefrío. Para acabar con esta enfermedad, el Gobierno y la clase médica han creado Institutos de vacunación en Madrid, Barcelona y Valencia. Pero esto, a juicio del doctor Ruiz Mata, no es suficiente, ya que son los habitantes de las poblaciones quienes, aconsejados por los médicos, deben preocuparse por su salud. A continuación, hace un estudio, corto pero muy didáctico, sobre el origen de la vacuna (las terneras que padecen el cow-pox son las que suministran el virus vacuno que se utiliza en la vacunación de la viruela). Seguidamente, aparecen unos consejos que son de gran interés para las familias alcalaínas, que constituyen un buen ejemplo de lo que hoy llamamos educación para la salud.

En la segunda parte del trabajo (número 3 del periódico) Ruiz Mata escribe sobre los distintos casos que se pueden dar tras la aplicación de la vacuna. Al final y con el objetivo de aclarar las dudas que, entre las madres, ha suscitado su primer escrito, añade un resumen de ambos:

1º. Que la vacunación debe practicarse preferentemente en primavera y otoño, y SIEMPRE que se presente una epidemia de viruela.
2º. Que cualquiera edad es buena a partir desde la segunda semana del nacimiento.
3º. Que si el niño padece una enfermedad febril, o está muy débil, debe esperarse que pasen dichos estados.
4º. Qué no haya inconveniente, ni reparo  para que se les saque la vacuna en el tiempo oportuno.
5º. Que no se transmiten por ella las enfermedades crónicas, ni diatésicas, y sí solamente las virulentas.
6º. Que las enfermedades que suceden a la vacuna no son producidas por ésta; y que por lo tanto el niño las sufrirá siempre, hubiese, o no, sido vacunado, si se habían expuesto a las causas que las pueden ocasionar.
7º. Que es un valioso y útil preservativo para la viruela, y no debe dudarse un momento en aplicarla; pudiendo calificarse la conducta contraria como criminal.
8º. Que si no sale la erupción, es `preciso repetirla tres o cuatro veces, dejando un intervalo prudente entre una y otra vez.
9º. Que si sale antes del tercer día, debe desconfiarse de su legitimidad; del mismo modo que si desaparece rápidamente. Pues sabido es que la vacuna verdadera dura dos  setenarios y al tercero se desprende la costra.
10º. Que la forma y el aspecto de la falsa vacuna difieren esencialmente de la verdadera, y
11º. Que la vacuna normal deja constantemente cicatrices indelebles y características. 

 A pesar de las lagunas existentes en las fuentes documentales consultadas, podemos afirmar que la vacunación antivariólica en Alcalá la Real durante el siglo XIX participó de algunas de las características que tuvo en España. Destaca la gratuidad de la vacunación, así como una mayor atención a su uso después de años con más defunciones por viruela, la generosidad de algunos profesionales o la dificultad en su distribución. A pesar de todo ello, aún tendrían que pasar muchos años hasta que, en 1980, 33ª Asamblea Mundial de la Salud declaró la erradicación de la viruela en todo el mundo. En contra de lo que piensa un sector interesado de nuestra sociedad, las vacunas no solo previenen las enfermedades, son además capaces de erradicarlas.

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